Páginas

lunes, 14 de diciembre de 2015

Completando el objetivo / Madrid - Tarifa

Cierro los ojos, inspiro y puedo volver a vernos pedaleando durante kilometros y kilometros. Un viaje que comenzó hace meses proponiéndonos llegar desde Pirineos hasta Madrid pedaleando. Un viaje que sería nuestra mayor aventura deportiva vivida hasta el momento y de lo que surgirían otros sueños en forma de objetivos a realizar.

Algunos no estaban claros pero había uno que si lo conseguíamos antes de finalizar el año daría pie a tener sueños mucho más largos. No es otro que el que acabamos de cumplir con los pies fríos y una amplia sonrisa en la cara. No es otro que finalizar el año atravesando la otra mitad de la península ibérica, llegando a su punto más al sur, Tarifa.


Un viaje cargado de kilometros de subidas y bajadas, paisajes con encanto, heladas noches y muchas anécdotas.

Y es que, qué son los viajes si no un conjunto de anécdotas…

Comenzando con el tipo “anécdota inquietante y que quita el sueño”.  Salir de trabajar. Hacer 700 kilómetros en coche. Llegar a la una de la mañana a casa de tu madre y que tu abuela afectada por alzhéimer monte un sarao tan grande que raro fue que los vecinos no avisaran a la policía. Ninguno en la casa pudimos dormirnos hasta las cuatro de la mañana por lo que todos empezábamos ese día más cansados que descansados.

Otra anécdota es la llamada “saluda y no te pares”. Al calcular sobre plano la ruta no sabemos todo lo que nos vamos a encontrar. Así pasa que de repente nos encontramos atravesando la Cañada Real de Madrid. Pocas opciones teníamos, salvo la de poner cara de simpático, dar los buenos días a todo el mundo y que pareciera que lo hacemos todos los días. Como entenderéis no paré a hacer ninguna foto de este momento jejej

Luego viene la triste anécdota “histórica”. Encontrando en nuestra ruta un edificio abandonado. Pero no cualquier edificio. Un edificio que en tiempos ya lejanos rebosaría actividad y donde sus paredes seguro que albergan los recuerdos de todas y cada una de las noticias que ahora, en nuestro tiempo, las tratamos como nuestra historia.


Y le sigue la anécdota “destellos de velocidad”. ¡¡En las primeras tres horas de este viaje recorrimos 65 kilómetros!! Una media aplastante que hacía pensar que nuestro estado de forma era excepcional y batiríamos todos los récords. Más tarde y durante el resto de los días la orografía del terreno nos volvió a poner en nuestro sitio mientras una vocecita nos decía –¡Confórmate con acabar majo!—


En todo buen viaje de este estilo tiene que existir la anécdota “dormir no significa descansar”. Esto ocurre cuando dormimos en tienda de campaña con una esterilla que se desinfla en el transcurso de la noche hasta que los huesos reposan en el pedregoso y duro suelo de Castilla la Mancha. Que algún suelo blando existirá, pero nosotros no los encontramos.


No es lo más común pero en este viaje si tenemos la anécdota “monótona”. En este caso ese galardón se lo lleva cada uno de los cientos de Kilómetros necesarios para atravesar Castilla la Mancha y lo único que veíamos a nuestro alrededor eran olivos. Olivos delante, olivos detrás, olivos a la izquierda y olivos a la derecha. Olivos, muchooooosss olivos.



Otra de las especiales y que vivimos durante todo el camino es la que hemos denominado como la anécdota “desnivel”. Que vamos hacia el sur sí. Que vamos hacía la playa sí. Que todo es bajada… noooooo. Llamarme inculto, pero el que escribe no tenía ni idea que el sur de España fuera tan abrupto. Perdí la cuenta de los puertos de montaña que tuvimos que subir. Y esto duró hasta la mismísima Tarifa.



Siempre hay que estar preparado para la anécdota “MacGyver”. En esta ocasión se rompió el cable para cargar el móvil. No es un problema enorme pero puede que se enciendan las alarmas en mi familia si por la noche no reciben el mensaje –Ok, estoy bien-. Creerme que son capaces de gestionar un dispositivo de búsqueda en muy poco tiempo. La solución llegó en forma de navaja y cinta americana. Desmontar cable, descubrir problema, apañar problema, batería cargando, tropas de rastreo en su casa durmiendo.


No podía faltar la anécdota “tenebrosa” del viaje. La conseguimos al pasar una de las noches en esta caseta en medio de numerosos maizales, con la puerta arrancada y con el suelo de hormigón. Os imaginareis la combinación perfecta de ese suelo con la súper esterilla pierde aire. Lo positivo es que los ladrillos protegen más del frio que la tela de la tienda de campaña, así que en algo ganamos.


La anécdota “esperanzadora”. Cruzar la bonita y verde que te quiero verde Sierra Leona y pensar que se habían acabado los olivos. Pero no, cuando los inmaculados pueblos blancos nos hacen saber que estamos en Andalucía vuelven a aparecer los olivos, más olivos y más… jajja. Eso sí, decir que el suelo andaluz es muy diferente al manchego. La tierra sin piedras y blandita, tan blandita que la noche que pasamos entre sus campos dormimos del tirón.




Al parecer siempre hay algo que comer por él camino. Esta vez la anécdota del “ahorro” fue protagonizada por este naranjo, donde pedimos permiso y nos dejaron coger unas cuantas naranjas muy ricas. En otros momentos pensamos llevarnos una vaca o un cerdo de pata negra pero no veíamos tan claro que lo vieran con tan buenos ojos los dueños.




Por muy cómodo que sea viajar por asfalto tenía que haber una anécdota “la cabra tira al monte”. Cansado de tanto asfalto nos dimos un respiro en un caminito que encima nos hacía recortar algunos kilometros y de regalo unos paisajes con mantos de cultivo espectaculares y sin olivos.



Una de las sorpresas del viaje la tuvimos con la anécdota “rincón a visitar”. Llegar a Ronda ya es bonito. Llegando en sábado y atravesar una de sus calles principales ya notas el gran ambiente que tiene. Pararnos en un bar a comer unas tapas ya es un gusto. Pero todo se queda corto cuando conoces el balcón de Ronda. Un acantilado bañado por campos de cultivo donde la parada es obligatoria aunque no estés cansado.


Finalizando el viaje nos encontramos con la anécdota “súper héroe”. Es aquella que habiendo recorrido 105  kilometros en un día se te antoja pedalear en la placida y oscura noche llegando a realizar 230 kilometros pero aquí no acaba la anécdota porque…


Llega el momento de la anécdota “criptonita”. Y no es otra que conocer deportivamente hablando lo que es el cansancio extremo. Por lo que inevitablemente el cuerpo te pide parar un momento en la cuneta de la carretera aunque solo queden 10 kilometros para llegar a Tarifa. Bicicleta al suelo y yo me siento a descansar. Lo siguiente que recuerdas es que te abandonaste sin preocuparte de nada, te tumbaste en el suelo sin más abrigo que lo puesto, agarraste tu bicicleta y cerraste los ojos. Dormí, dormí cincuenta minutos y porque mi cuerpo empezaba a sentir congelación. No había más remedio, necesitaba entrar en calor, tocaba volver a pedalear y llegar a nuestro destino.

Llegar por fin a Tarifa y completar así el sueño y nuestro objetivo. No obstante todavía había tiempo para alguna anécdota más.

La que llamaremos anécdota “surrealista”. La cual para explicarla bien tendremos que temporalizar:

6:30 - Llamo a un hostal con supuesta buena opinión sobre la atención del personal y con recepción 24 horas para preguntar si tienen una habitación disponible. No contestan.

6:31 – Me llaman del hostal y al preguntarles me hacen un examen ya que al parecer es raro que un ciclista llegue a esas horas a Tarifa. Me dicen que tiene que llamar a su hijo y que vuelva a llamar en cinco minutos.

6:38 – Vuelvo a llamar y aunque no ha localizado a su hijo me dice que me acerque a la puerta del hostal.

6:40 – Me abren la puerta y la primera frase que recibo, palabras textuales fue —no tenías otro hostal al que llamar a estas horas—. Mi cara de póker lo único que acierta a decir es que si molestaba me iba, a lo que me contestan que no me vaya. Antes de entrar me vuelven a hacer el examen. Yo solo quería ducharme y dormir dos horas, no pasar una oposición.

6:50 – Parece que he pasado todas las pruebas, abono el precio de la habitación y nos dirigimos a ella.

6:55 – Último examen ya en la habitación, a lo que me suelta otra frase para el recuerdo y cito textualmente —¿no tendremos que llamar a la policía esta noche no?—. Se me abren los ojos como platos y le comento que es la mayor falta de respeto que han tenido conmigo en un hotel. El hombre recula un poco y por fin me deja solo.

10:45 – Salgo de la habitación con todas mis cosas para cumplir lo dicho en el examen y me encuentro al hombre en su despacho, confirmándome qué pensaba que era un terrorista o algo porque no ha podido volverse a dormir.

11:00 – Tras explicar nuevamente la historia de nuestro viaje, con el sol ya en lo alto, parece más creíble y el hombre se tranquiliza. Incluso diría que se ha dado cuenta del trato dado y muy amablemente ofrece café, bebidas y la posibilidad de subir a la azotea a hacer fotos.

11:20 – Me despido del hostal dirección a la playa de Tarifa, por fin.

Por último y dejándonos algunas anécdotas en el tintero conocimos uno de esos lugares donde sabes que vivirás más  anécdotas. Por lo que a esta última anécdota hemos decidido nombrarla como la anécdota “VOLVEREMOS”.


Tarifa, pisamos tu extensa y blanca playa, vimos y nos deslumbró tu reluciente agua, escuchamos el cantar de tus vientos y sentimos en el mismo presente ganas, muchas ganas, de volverte a ver.


Concluimos así un año donde hemos conseguido viajar y cumplir retos que posibilitan y nos hacen soñar con otros aún mayores. Este último viaje del año, este gran objetivo cumplido quiero recordarlo durante mucho tiempo. Será seguramente por tener a mi abuela afectada con esa dura enfermedad que en este viaje he sentido las ganas de llenar mi vida de recuerdos infinitos, de vivir intensamente y desgastar la vida hasta que no pueda o no quiera más. Será que viviéndolo de cerca me apetece dedicar este viaje lleno de recuerdos a todas aquellas personas que habiendo vivido ya no lo recuerdan.


Animo a todas esas personas que tienen la paciencia de vivirlo de cerca, en especial a mi madre, a mi hermana Vero y a mi hermano Nano.

Feliz 2016. Por una vida llena de recuerdos.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Conociendo lo que me rodea - Gorgas de Carança

Todo el que ha realizado esta ruta habla maravillas… ¿por qué?

El martes pasado por fin fuimos a descubrir cuanto de ciertas son esas palabras y hoy puedo decir que es una ruta que te acerca, sin necesidad de ponerte un neopreno ni sistemas de seguridad, a conocer un barranco tan de cerca que casi sentirás que el agua te moja, rodeado de un paisaje con tanto detalle como el mejor de los teatros.

Un teatro con un montón de ingredientes para vivir el mejor de los cuentos.

Con puertas para gigantes y puertas para seres diminutos.


Caminos y senderos estrechos.



Con millones de hojas de roble coloreando su suelo.



Rocas esculpidas por el roce perpetuo del agua.



Balcones creados a golpe de picos en la dura roca,



Frías escaleras que te aproximan a pasarelas que harán posible caminar por encima del agua.






Puentes colgantes que tiemblan al paso, creando sonrisas de adrenalina.



Ventanas de piedra donde te acaricia el sol.


Espesa vegetación que te servirá en bandeja el sabroso silencio.



Terrazas desplomadas que no envidiaran a los puentes más altos.




Suficientes motivos para que esta ruta se haya ganado otra persona que hable maravillas de ella.

Cualquiera que lo quiera comprobar solo tiene que dirigirse al pueblo de Thuès-entre-valls y decidir si entra en el cuento por la puerta de los gigantes o la de los diminutos : )  : )

Antes de acabar mención especial a mi hermana Rosa, a mi cuñado David y a mi colega Víctor por venir a verme a Pirineos y así conocer juntos esta magnífica ruta. Son unos cracks!



Espero que os haya gustado!!! Próximamente más aventuras!!  : )  : )

jueves, 29 de octubre de 2015

Menorca y mi particular vuelta al Cami de Cavalls.

Nueve horas en ferri de vuelta a Barcelona. Después de dormir unas cuantas me encuentro en la cubierta, rodeado de agua, viendo un precioso atardecer, mientras empiezo a escribir en cuatro trozos de papel los esbozos de lo que ha sido una intensa experiencia.


Hace tres días y medio me encontraba embarcando en el mismo ferri. La dirección era la contraria y solo tenía la ligera sospecha de que Menorca posiblemente me iba a encantar.


Un poco antes de lo esperado anunciaron la llegada a puerto. Volví a las inmensas bodegas del barco y prepare todo para salir directamente pedaleando.


Nada más salir del puerto paré para situarme con el GPS, aprovechando para respirar profundo y tomar conciencia de donde me encontraba y lo que me disponía a hacer para disfrutarlo como se merecía.


Volví a emprender la marcha. No quería parpadear. ¿Amor a primera vista? Posiblemente. 


Me movía despacio. A cada pocos metros  aparecía en el camino algún obstáculo que obligaba a desmontar de la bicicleta. En esos momentos me daba realmente cuenta del peso que hay que llevar encima por el gusto casi adictivo de ir en régimen de autosuficiencia.


Esto último para entendernos es la gran sensación de poder ir por el mundo sin depender de nada ni de nadie. Sigues tu camino, avanzas sin descanso si te apetece y  paras cuando quieres,  trasportando contigo todo lo necesario para pasar el día y la noche. Sin mirar atrás porque sabes que solo volverás a ver el camino recorrido si tú, solo tú, deseas volver a verlo. No tienes obligación de volver, porque todo lo que necesitas viaja contigo.


¿Pensaste que es una muy posible definición de libertad? Yo si, por eso hago lo que hago : )

Aunque aviso que esto de la libertad no es un camino de rosas. Sobre todo cuando el atardecer entra en escena y las nubes están tan concentradas que las lluvias están aseguradas. Esto no sería ningún problema si no hubiera decidido dejar la tienda de campaña en casa por lo que era prioritario encontrar un sitio para refugiarme.


El sol cada vez estaba más bajo y empezaba a chispear. Miraba a izquierda y derecha en todo momento para intentar encontrar un techo donde pasar la noche. Fue gracias a dos vecinos que me encontré en un bonito atardecer los que me indicaron la localización de una cueva ancestral.


Lo de dormir en una cueva en un lugar que no conoces tiene su punto. Fue una de esas situaciones que lo desconocido pone nervioso, sobre todo cuando estás ya tumbado metido en el saco y escuchas a menos de dos metros lo que crees y esperas que sean murciélagos y no algo más raro. En ese momento opte por cerrar los ojos, pensar que así vivían hace muchos años y cuando me quise dar cuenta ya estaba dormido plácidamente hasta la mañana siguiente.


He de reconocer que como la cueva mantiene una temperatura estable con un saco de verano no pase nada de frío. Y también he de reconocer que suerte la mía en leer por la mañana el cartel que indicaba que esas cuevas se utilizaban hace muchos años para enterrar a los muertos porque seguro que la noche hubiera sido mentalmente menos tranquila.


El segundo día empezaba como el primero, nublado pero respetando. Más relajado personalmente después de leer todos y cada uno de los comentarios recibidos en un vídeo que colgué en mi Facebook, donde me sinceraba y resumía el día anterior con cierto agotamiento y decepción por avanzar más lento de lo esperado. Desde aquí nuevamente gracias a todos : )  : )


En este nuevo día me encontré con un tramo a mi parecer mucho más agradecido. Con más tiempo encima de la bicicleta y sorprendido por lo que había avanzado mi nivel de técnica encima de la bicicleta. Lo podría demostrar con la cara que se les quedo a tres ingleses viéndome subir por una cuesta llena de piedras, pero para eso hubiera necesitado un tercer brazo que sacara la cámara de fotos y captara en el justo instante su cara de OMG!!!

Aunque quisiera ir más rápido es complicado, Es inevitable a cada rato pararse a contemplar. En Menorca los paisajes son de postal.



Algunos pueblos, como Benibeque son de cuento.



Y las playas de arena blanca y agua cristalina son la definición perfecta de paraíso.



Está todo más que cuidado y desde aquí tengo que felicitar a quien corresponda por encontrar el buen equilibrio entre el desarrollo urbanístico y la conservación de la gran reserva de la biosfera que tienen.


Casi sin darme cuenta, supongo que por lo que estaba disfrutando, llegué al medio día a Mahón, capital de Menorca. Con esfuerzo había completado la cara sur del Cami de Cavalls y me encontraba en el segundo puerto natural más grande de Europa. Tocaba comprar comida y relajarme un rato para después recolocar todo el equipaje y seguir la marcha por la temida cara norte.


Pocas horas me quedaban de luz ese día. Previsión de lluvia otra vez del 100% a partir de las ocho de la tarde. El nerviosismo por encontrar algún techado ya empezaba a resurgir. Os puedo asegurar que me gusta vivir estas aventuras, pero hay veces que tampoco me importaría tener el dinero para ir de hotelitos cada día. Otra vez y gracias a una pareja de paseantes me indicaron un lugar que aunque me tendría que desviar unos kilometros podría encontrar un techo donde pasar la noche.


Me indicaron que eran unos edificios a medio construir ya que detuvieron las obras por ilegales. Lo que no me indicaron es que en su momento estarían habitados por personas de no muy buenos hábitos que dejaron todo lleno de trastos. Y lo que tampoco me comentaron, imagino que por desconocimiento, es que algunos pisos ¡¡¡seguían habitados!!! No había tiempo para buscar otro sitio, la noche ya era protagonista y como tampoco es que sintiera pánico decidí cerrar los ojos y dormir lo que pudiera.


Fue una noche de ruidos muy raros, tantos que los hubiera cambiado todos por los ruidos de los supuestos murciélagos de la noche anterior. Aun así otra noche que pasó sin ningún percance y temprano volvimos a pedalear.


Lo del tercer día por la mañana ya sí que tenía pinta de temporal. Vientos de cincuenta kilometros por hora que hacía bastante peligroso ir montado en la bicicleta por los senderos cercanos a los acantilados. La costa norte me presentaba a un Mar Mediterráneo desconocido para mí,  tanto que podría haber afirmado estar en la costa del Cantábrico en uno de sus días revueltos.


No sabía si llovía o al mar le caía mal y me escupía intentando ahuyentarme de su costa. Tenía claro que no podría recorrer todo el Cami de Cavalls por ciertos motivos, pero uno de ellos no iba a ser por el meteorológico. Me quedaba un día y mi propósito se completaría como mínimo al llegar a Cavalleria, punto donde toda persona que me había encontrado me advertía que el camino se volvía difícil para ir andando, por lo que impracticable para ir en bicicleta. No me apetecía empujar más mi medio de transporte. Imaginaros tontamente como si viajando en un autobús a cada rato tuvierais que bajar todos los pasajeros a empujarlo, poco a poco iríais perdiendo el posible aprecio a ese medio de transporte. Así que llegado el momento tendría que encontrar una ruta alternativa.


Costaba avanzar, el viento me desplazaba por los estrechos caminos y las subidas y bajadas continuas me recordaban que hasta el último momento esta aventura iba a ser dura.


Fue unos kilometros antes de Cavallería cuando conocí a Susana y Violeta, dos aventureras en bicicleta que también recorrían la isla. Nos separamos porque yo tuve que parar a comer y reparar un pinchazo pero nuevamente nos encontramos en el punto donde pondría supuestamente fin al Cami de Cavalls.


Decidimos viajar juntos dirección a Ferreries, conociendo el igualmente impresionante interior de la isla. Confirmamos entre todos que uno de los track que tenía en el GPS evitaba las partes no ciclable del Cami. En ese momento es cuando mi motivación resurgió y tuve la grandísima idea de proponer hacer el último tramo que quedaba hasta Ciutadella de noche. Sorprendentemente ninguno de los tres pensó que no era la mejor idea del mundo. Estas chicas estaban habituadas a todo así que encendimos los frontales y pedaleamos de vuelta a la costa al encuentro nuevamente del Cami de Cavalls.


Lo siguiente que recuerdo y recordaré siempre de este viaje son las risas nerviosas de los tres empujando las bicicletas por el camino que seguía siendo impracticable. El momento era peculiar por no decir algo arriesgado. Poco veíamos, el viento soplaba más fuerte incluso que por la mañana y las piedras y escalones eran enormes. En resumen, esa parte no tenía nada de ciclable y aunque éramos positivos y veíamos con cierto romanticismo el practicar este deporte de noche los tres decidimos en la siguiente escapatoria salir de ese pequeño infierno nocturno.


Susana y Violeta como les quedaban días por delante decidieron acampar y pasar la noche allí. Por mi parte no sabía el tiempo que me llevaría llegar a Ciutadella y no me podía permitir perder el barco de vuelta así que en solitario me adentre en los bosques de Menorca dirección a la carretera principal. 


No creáis que me encanta andar solo por bosques solitarios llenos de sombras extrañas y en una noche llena de nubes que impiden que la luna algo nos alumbre, pero las circunstancias así lo requerían para poder embarcar el jueves y llegar a trabajar el viernes.


Los caminos se convirtieron en pistas y las pistas al poco en carreteras. Llegue mucho antes a Cuitadella de lo imaginado, encontrándome lo que parecía una ciudad fantasma. No tenía nada pensado para pasar la noche, así que me encontré pasando mi última noche en Menorca entre paseos callejeros, soportales refugiándome del frío y la única cafetería que encontré abierta  tomando un batido de chocolate caliente para recuperar algo del calor perdido.


No fue la mejor noche de mi vida os lo puedo asegurar, pero tampoco por ella me cambia el rápido enamoramiento que tengo hacía una isla donde tengo seguro que volveré.


Antes de acabar agradecer a la tienda ESPAIBICI situados en la c/Bruc 63 de Barcelona y en especial a David Casalprim su siempre buen asesoramiento sobre material y viajes en bicicleta y por el apoyo prestado con la cesión de material que sin él este viaje hubiera sido mucho más complicado.


Para ver la ruta y descargar el track podéis clicar aquí.

Por cierto, llegué a embarcar, llegue a Barcelona, llegue a Pirineos y llegué el viernes a trabajar. Tuve que esperar al lunes para descansar pero mereció mucho la alegría : )  : )


Próximamente más aventuras pero quedaros con una frase amigos y amigas…

¡¡¡¡HAY QUE VISITAR MENORCA!!!!