Páginas

jueves, 24 de septiembre de 2015

¡Esta vez va de barrancos y ferratas!

Otros deportes que me atraen para practicar en la montaña son los descensos de barrancos y las vías ferratas ya que posibilitan conocer espacios y rincones que de otra forma no podría.

Aprovechando que hoy por hoy el trabajo que me sustenta lo realizo los viernes, sábados y domingos y que unos amigos habían planeado una semana de barrancos decidí acercarme en mis días libres.

Domingo a las 18:45, salgo de trabajar y cojo el coche directamente. ¿Dirección?

¡Los Alpes Marítimos!

Nueve horas de coche me separaban de mis amigos y de conocer una de las zonas más barranqueras de Europa. No me iba a quejar de las distancias porque dos de mis amigos, David y Quique, salieron desde Madrid, y a Sergi lo recogieron en Barcelona, así que todos llevaban más horas de coche que yo.

David y Sergi.
Quique.
Aunque el sueño tardó en aparecer gracias a comerme casi una caja entera de cereales de chocolate al final dos estaciones de servicio francesa hicieron de rincones perfectos para dormir un buen rato.

Aun así antes de que el último de mis amigos se levantara de su placido sueño a la intemperie ahí llegaba yo. ¡Era la hora de barranquear!

El plan para el primer día era el barranco “Riou de la Bollène” por la mañana y por la tarde ir al encuentro de una vía ferrata llamada “Vía soterrada”.


En estos como en muchos otros deportes cobra una especial importancia lo preparada que lleves tu mente para afrontar los riesgos a los que te vas a enfrentar. Esa fortaleza solo se genera con la práctica y dado que hacía más de un año y medio que no hacía ningún barranco ni ferrata mi nerviosismo era patente. Aunque advierto que lo se disimular muy bien con una sonrisa pronunciada :)


No os voy a aburrir contando los resaltes, los saltos, los rápeles, los desniveles que hicimos en cada barranco. Más bien esta vez os voy a mostrar paisajes que solo son accesibles a los ojos de los que practicamos estos deportes y que a mi parecer son dignos de ser compartidos.



Según los vas recorriendo te vas dando cuenta de lo privilegiado que eres o que somos, si mis amigos me permiten hablar por ellos. Ayudados con cuerdas y todo el material que se vuelve imprescindible para desarrollar una buena práctica somos capaces de afrontar cada una de las pruebas que se nos presentan.


Sin olvidarnos de divertirnos como niños. ¡Niños que eligen ir pisando los charcos!


La anécdota de este barranco fue que gracias a Sergi, que estuvo muy atento y me agarro al instante de resbalarme, no caí por esta cascada sin sujeción alguna. Uff, todavía tengo uno de los brazos doloridos del golpe, pero si no es por esa mano posiblemente me dolerían muchas más partes del cuerpo.


El siguiente escenario del día era “La vía soterrada”. Como su propio nombre indica es una vía ferrata ¡¡¡bajo tierra!!! Yo particularmente no había hecho nunca espeleología y no sé si realmente lo que hicimos se puede definir como tal. Lo que sí sé que me alucinó.



Es como cuando probé en Disney Studios Park en París una montaña rusa a oscuras. El medio en el que te estas moviendo no es nada conocido para ti y eso ya simplemente crea adrenalina. Si a eso le juntas que todo el suelo resbala, que  solo ves lo que tu frontal es capaz de alumbrar,  que tienes que sortear diferentes tipos de puentes,  que hay pasos donde agacharte y reptar es la única opción y una multitud de escaleras que te llevan para arriba y para abajo se convierte en algo que mereció mucho la pena vivir.





El siguiente día pinchamos un poco pero fuimos precavidos porque el plan que teníamos se nos quedó en el tintero gracias a un cartel que nos decía algo así como “Cerrado por problemas de seguridad” Así que buscamos un camping y encontramos la que sería nuestra casa durante las siguientes dos noches. ¿Tiene su encanto no?


El miércoles tocaba uno de los platos fuertes. El llamado “Clue du raton”. Pasando un poco por alto los datos de mortalidad que nos ofrecía Sergi, que daban un poco de miedo, a mí personalmente su nombre ya me creaba respeto por imaginar en qué tipo de ratonera nos íbamos a meter.
En el momento de empezar me dije a mi mismo “por lo menos la ratonera es bonita”, ya que durante toda la aproximación y el descenso predominaban unas características y preciosas rocas rojas talladas al capricho de las aguas.



Uno de los puntos a favor que tienen los barrancos en esta zona es que aparte de estar bien equipados cada rápel esta numerado. Cuál es nuestra sorpresa cuando el primer rápel marca que es el 35, ¡¡nos quedaban 34!!



Fue en uno de esos rápeles donde por mala pata y nunca mejor dicho mi tobillo se torció más de la cuenta provocándome un esguince. Llevábamos 3,5 horas y todavía nos quedaban gracias a mi paso otras 3 horas.




Pudimos completarlo y disfrutar lo disfrutamos. Sobre todo sus pasos encajonados.



Otro cantar fueron las consecuencias. Que en resumidas cuentas mi cara mientras Quique me hacía un masaje lo dice todo. Encima mis amigos como buenos amigos y equipo tuvieron que venirse antes porque yo no podía conducir. Lo dije en su momento y aquí lo repito ¡¡¡Muchas gracias equipo!!!


Por último y para rematar estos días de aventura sin casi percances una de las ruedas de mi coche reventó. Para que llorar si puedes reír debimos pensar todos, cuando asumimos entre risas que mi súper coche se quería parecer a su dueño cojo y no se le ocurrió otra cosa que obligarnos a encontrar un taller por medio de los Alpes.



No me extenderé más, solo diré que aun pasándome una semana en cama mereció la pena. Ya que considero que siempre que se asumen riesgos te llevas contigo un aprendizaje que te hace más fuerte y más sabio. También, como en mi caso, te puedes llevar unas cuantas contusiones, pero esas con el tiempo y entre amigos se recordarán entre risas.



sábado, 5 de septiembre de 2015

Conociendo lo que me rodea / Err Puigmal-Núria-Ribes de Freser

¡Vaya ruta!

Tengo claro que es de las más bonitas que he hecho hasta ahora por Pirineos y tendría que darle vueltas a los recuerdos para ver si se le podría otorgar el nombramiento de la más bonita hasta el momento.

Esta ruta me la propuso Jordi, uno de los miembros de la que yo llamo mi familia catalana.


Amaneció nublado pero como la previsión de lluvia era a partir de las tres de la tarde decidimos emprender la marcha. Creo si no recuerdo mal que la lluvia nos respetó aproximadamente unos quince minutos. ¡Vivan las previsiones! Aun así decidimos seguir porque aparte de que solo era llovizna en ningún momento esperábamos tormenta eléctrica. Con esto demuestro ser algo responsable, para la tranquilidad de mi familia.

La ascensión es progresiva y agradable, aunque con el día que hacía no es que viéramos mucho el paisaje. Llegando al punto más alto de la ruta, el Puigmal Petit con sus 2811 metros, con una espesa niebla que no nos dejaba ver a excasos metros.



Fue en ese momento cuando la naturaleza nos hizo un regalo. Empezó a soplar un fuerte y helado viendo del norte que hizo que durante unos instantes desapareciera toda la niebla y pudiéramos apreciar las increíbles vistas.



Hacía frío, tanto que tuvimos que ponernos los guantes y emprender la bajada con ritmo rumbo a Núria. La lluvia nos dio una tregua que duraría hasta el final de la ruta, la niebla en la cara sur se disipo y las nubes se levantaron hasta la altura suficiente para que pudiéramos apreciar todos los picos que alcanzaran a ver nuestros ojos.


El único riesgo que le vi a la ruta, sin contar el meteorológico que siempre nos puede sorprender, son los pedregales que hay justo antes de llegar a la cima y al empezar a bajar. Es piedra muy suelta y teníamos que tener mucho ojo con los resbalones.



El santuario de Núria parecía cerca, aunque tardo en llegar más de lo que parecía. Aun así los tiempos que nos habíamos marcado se cumplían. En tres horas y media estábamos sentados comiéndonos el bocata y decidiendo que hacer.




Las posibilidades era coger el tren cremallera que nos bajara hasta Ribes de Freser o bajar directamente andando. El problema de bajar andando eran nuevamente los cálculos de tiempo. El tren que pasaba por Ribes de Freser dirección casa pasaba a las tres de la tarde. Eran las doce de la mañana y teníamos ciertas discrepancias con lo que podríamos tardar en llegar andando. Un cartel ponía que seis horas, pero en informaciones que había visto por internet decían que era posible en cuatro. Nosotros teníamos tres así que no nos salían los cálculos por ninguna parte.
¿Qué decidimos? Pues lo comprensible, ¡bajar andando! A ritmo rápido e incluso en tramos corriendo.


El camino desde Núria a Queralbs es de los que enamora, tanto Jordi como yo opinamos que con solo ese camino ya merecía la pena la excursión. Es un tramo de la llamada transpirenaica, ruta que atraviesa los Pirineos comunicando el Mar Mediterráneo con el Mar Cantábrico. Las fotos no hacen mucha justicia la verdad.


Llegamos a Queralbs en una hora y cuarenta minutos. Volvíamos a tener la opción de coger el tren cremallera o intentar en una hora y vente recorrer los siete kilometros que nos separaban del tren con destino a casa. Lo lógico hubiera sido lo primero, nosotros por nuestras narices elegimos lo segundo.


Sinceramente, el riesgo de no coger el tren de las tres era simplemente tener que esperar dos horas al siguiente, la aventura era intentar coger el que nos proponíamos. Me sentí como un participante del programa Pekin Express, contando los minutos, sin poder aflojar aunque ya las piernas se resintieran. 


Llegábamos en el tiempo de descuento, eran menos cinco y nosotros preguntando en el pueblo por donde estaba la estación. Corrían los segundos y éramos las únicas dos personas que corríamos por el pueblo, las únicas que al parecer tenían un objetivo que dependía de nuestras últimas fuerzas.
Sudando, llegamos a las tres y dos minutos cuando solo quedaba una persona en el andén, parecía el responsable de la estación. Nuestros pensamientos se volcaron a que posiblemente habíamos fallado. 

Una pregunta fue clave. No la diré…, solo diré las cuatro palabras pronunciadas por ese desconocido que tenía en su poder el resultado de nuestro logro o nuestro fracaso.

“EL TREN LLEGA TARDE”

En esos momentos nuestras sonrisas se dispararon, casi las comisuras de nuestros labios llegaban a nuestras orejas. Habíamos recorrido los que algunos decían en seis horas en solamente tres. Habíamos conseguido lo que será recordado como uno de los pequeños propósitos del año o como  el gran propósito de aquel día.


Al minuto llego el tren y contentos dejamos que otro medio que no fueran nuestras piernas nos llevara a casa.

La moraleja  si me lo permitís de esta aventura es que a veces los retrasos vienen bien por algún motivo. Así que la próxima vez que un transporte se retrase elegiré pensar que seguramente a alguien le vendrá bien ese tiempo extra.

¡¡Hasta la próxima!!   : )

Información más técnica y el track de la ruta pinchando aquí.