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sábado, 31 de diciembre de 2016

FELIZ AÑO desde la DIVINA DUALIDAD

El gran inconveniente de la felicidad es que al parecer necesito de la tristeza para sentirla. Es un pack indivisible que he luchado por entender y ante el cual me he rendido a sus caprichos y deseos por el momento mientras aprendo a gestionarlo.

Valoro el año con consciencia en un día que debería ser un transcurso de veinticuatro horas de felicidad y sin embargo ya he soltado más de una lagrima creada de tristeza.

Foto de Paul Sanchez
Jodida y viciosa dualidad. Egoísmo de las emociones por estar presentes sin dejar un espacio de publicidad.

Así estoy en estos momentos. Hablo de mí porque si yo mismo me desconozco que voy a saber yo de los demás. Hablo de mí por la desgana que me produce escuchar a alguien decir lo que otro debe hacer. Decir lo que tiene que sentir o como tiene que actuar. ¿Animo de ayudar? ¿de verdad?

En mí solo crean expectativas de algo que parece que debo sentir y no siento. Creándome frustración y una profunda sensación de fracaso.

He decidido hace meses dejarme sentir y me estoy volviendo loco. No me entiendo, no me reconozco. Y es que es divino conocerse, es sorprendente descubrir aspectos que ni sospechaba tener. Es impresionante reconocer los momentos que me forjaron a como soy hoy. Aunque los miedos, las frustraciones, la desorientación, el vacío que siento es un precio exigente que padecer por esos tesoros que hoy más que nunca me mantienen en una montaña rusa.

Y lo siento si alguien se ofende, o mejor dicho no lo siento. Hoy tengo ganas de cagarme en todo mientras al siguiente segundo quiero abrazarlo todo. Y si tengo que abrazar una mierda porque así lo siento pues la abrazo, para eso es mi mierda y es lo que siento por ella.

Es que no puedo evitar pensar todo lo bueno que ha tenido este año, todo lo que me han enseñado a ver como bueno. Y me pregunto cual es el motivo para enseñarnos que lo otro es malo. Si, todo lo otro que además he sentido. Cual es el sentido de tener que evitar esta frustración que ahora siento al no saber lo que siento, o a saberlo solo por momentos.

No, no lo entiendo porque me siento un miserable ante mi sentir. Si lo que siento soy yo en estado puro.

A veces me he sentido mal, muy mal porque al parecer no se puede sentir envidia abiertamente.

A veces me he sentido bien, muy bien porque al parecer si se puede sentir amor abiertamente.

Ejemplos de un Juan oprimido que hoy más que nunca se presenta ante el desafío de querer a sus dos lados, el supuesto bueno y el supuesto malo.

Por ello, desde mi más profundo ser me cago en todo y amo todo.


Feliz año a todos desde mi más profundo odio y admiración :)  :(


miércoles, 30 de noviembre de 2016

Vuelta a Madrid - Otra clase de aventura.

Hoy me siento frente al folio en blanco con la necesidad de escribir y seguir así cumpliendo el propósito que hace casi dos años me hice y que tantas experiencias buenas me ha hecho vivir.


No tengo ninguna aventura como es costumbre. Ninguna que implique pedalear o subir montañas reales. Ninguna desde que volví a Madrid y deje de buscar espacio para ellas por no encontrar el momento, ni las ganas.


Hoy giro la cabeza y tras el doble cristal que me resguarda del frío otoño veo el paisaje de la que fue durante tantos años mi zona de confort.


Recuerdo que sin yo saberlo, ni quererlo, ni sospecharlo, la violenta y descarada comparación hizo que estás calles asentarán en mí un sentimiento de fracaso del que preferí huir.


Descubro que el instinto esta forjado por los miedos que me mantuvieron perdido, guiándome por experiencias en dirección hacia las fuerzas para querer encontrarme.


Hoy me siento más en el camino ordenando estas palabras que definen una intención, que comienza por rodearme del cariño necesario ahora que he decidido abrir una ventana y colarme provisto únicamente de una pequeña linterna en la inmensa oscuridad.


Queda ya lejos ese primer día donde volví a comerme mis palabras. Volví a Madrid sin un plan, sin un trabajo. Volví a atragantarme con el pleno convencimiento que mi libertad comienza abrazando a mi orgullo mientras me desnudo ante mi sentir.


Me vuelvo a sentir privilegiado por los techos que me resguardan, por los platos de comida que nunca faltan. Por las veces que mi vida cambia, por la gente que se queda cubriéndome la espalda.


A la vez me siento insignificante ante el que cambia por dolor, horror, miedo y hambre. Palabras lejanas para el que mira a otra parte.


Hoy sigo negando ante preguntas de arrepentimiento con la convicción de saber que hoy no estaría aquí sin un ayer. La distancia me sirve para comprender que lo aprendido y vivido prepara. Es un juego que ahora carga la próxima pantalla.


Aparecen duendes en mi camino que me obligan a entregar pilares para avanzar. Me he quedado sin excusas, también sin estrategias para agradar. Al más fuerte le dejé mi pasaporte de huida, el a cambio me regalo ver la vida desde otro lugar.


Hoy me permito pararme a hacer fotos para mostrarme Torrejón con otros ojos. Hoy me he consentido ser turista urbano que añora las montañas pero no la soledad.


Me siento más cerca.

Hoy...,respiro con consciencia.

martes, 25 de octubre de 2016

Carros de Foc / Del cansancio a la fortaleza.

Fin de la temporada como guarda de refugio. Termina otra experiencia que quería vivir desde que llegué a Pirineos hace ya casi dos años. Curioso cuando pienso que en realidad ha sido la última de esta otra etapa de mi camino. O quizás no sea tan curioso cuando miro a mi alrededor y me veo acompañado de un grupo de gente, compañeros que se han convertido en amigos capaces de animarme y esperarme para enfrentarme a un reto que yo mismo propuse sin evaluar realmente si podría conseguirlo.

Y es que esto me pasa más habitualmente de lo que quisiera. Debe ser que cierto plano de mi autoestima anda por las nubes, creyéndome con una fortaleza desmesurada capaz de hacerme flotar como un globo lleno de helio. Mientras la realidad es que si estoy más fuerte que hace dos años, aunque si fuera un globo como mucho estaría relleno de aire, desplazándome rodando a trompicones por el suelo, deseando que el viento sople tras mi espalda para ayudarme a saltar cada obstáculo que se presenta en mi camino.


Aun relleno de aire quería terminar esta etapa perdiéndome por una de las rutas, ahora confirmada por mis ojos, más bellas y salvajes de todo el Pirineo. La ya famosa Carros de Foc, ruta que recorre los nueve refugios del Parque Nacional de Aigüastortes era el plan perfecto. La mayoría de información la evalúa como una ruta dura a recorrer como mínimo en cinco etapas. Aquí es cuando entra el helio en mi cuerpo y propongo hacerla en tres días, ni más ni menos. No acabando ahí mi estado de embriaguez nos informamos y nos comentan que en esa época todos los refugios están cerrados así que toca ir con la casa a cuestas. Esto me tendría que hacer dudar por mi espalda pero que va, respiro un poquito más de helio y... ¡quien dijo miedo!

Ahí estábamos, domingo a las 23:30 comenzando a caminar tras cerrar el refugio, preparar mochilas, conducir durante dos largas horas y cenar en la furgoneta de Jony con tal comodidad que casi me quedo dormido. Nos separaba una hora caminando por la oscura noche hasta el refugio Ernest Mallafré. A buen ritmo, jugueteando nuestras mentes con las infinitas sombras del bosque, conectando con alguno de nuestros inquietantes miedos, acercando la tranquilidad a nuestras mentes con nuestras voces acompañadas.

Descansamos sin madrugar. Preparamos todo, desayunamos y extrañados por no conocer a nuestros compañeros de refugio emprendimos la marcha. Nos quedó la duda si estaban vivos o no ya que en ningún momento les vimos abrir los ojos, ni por la noche, ni por el día. Suponemos que era su final de ruta, su merecido descanso tras una exigente aventura.

Nos toca andar, observar, disfrutar. Senderos y pistas rodeados de bosques cerrados. Nuestros pasos nos hacen llegar a uno de los puntos más emblemáticos de este parque. El Estany de Sant Maurici da nombre al parque y no es para menos. Espectacularmente bonito y tranquilo en un día de diario de octubre.


Seguimos la marcha. Nos entretenemos lo justo y necesario para disfrutar sin olvidar que este día tiene un largo y claro objetivo. Mientras lo que no está tan claro es que yo por mi parte lo pueda cumplir. No hemos llegado al refugio de Amitges cuando me tengo que detener. Descansar unos instantes porque la pista que da acceso sube sin descanso y mis fuerzas parece que me abandonan por momentos. ¿Falta de comida? ¿Falta de ritmo? ¿Falta de fuerzas? Preguntas que derivan en otra pregunta, ¿de verdad quieres seguir? -¡Si!- me contesto internamente. Pues come, sigue andando y ponle voluntad si te faltan fuerzas.



Dicho y hecho tras comerme medio paquete de jamón. Cargamos mochilas de nuevo, retomamos el camino convertido en sendero amarillo dirección al refugio de Saboredo. Subimos, giramos, bajamos, saltamos, miramos, descansamos. Todo acciones que nos hacen digerir lo que vemos y lo que sentimos en un silencio solitario, en una charla acompañada.




Costaba aguantar el ritmo que yo mismo imponía al grupo. Costaba seguir subiendo y bajando otro collado más al encuentro del refugio de Colomèrs. Costaba reducir ese tiempo de espera a mi llegada. Hoy soy el esperado que idolatra la potencia y fuerza del que espera. Hoy soy el que recuerda el valor y el tesón del que he esperado.




El sol, frente a nosotros, empieza a colorear de rojo las montañas. La mochila pesa cada vez más mientras el frío se presenta con la oscuridad. Encendemos los frontales, nos abrigamos y seguimos ahora ya sin descansar. El refugio de Restanca esta ya cerca, nuestras expectativas de llegar de día se esfumaron, aunque eso ya da igual. Veinticuatro kilómetros nos separan del comienzo, ningún metro nos separan ya de Monica y Ricard. Aquí nos esperaban para unirse, callados cogemos aire, dejamos las botas a un lado, es tiempo de reír y cenar. Todos coincidimos que la ruta es espectacular no imaginando lo que mañana nos viene encima. Cerramos los ojos toca aprovechar para descansar.




Algunos coincidimos en no saber como nuestras fuerzas van a reaccionar. El día amanece despejado, Jony y Claudia marchan sin esperar, ellos solo tenían dos días, ayer calentaron y hoy terminarán. Todos elegimos ir por una variante al tiempo que descubrimos porque casi nadie por aquí va. Collado pedregoso que nos hace saltar para desayunar, sin miramientos hacia nuestras piernas y energías, sin dejarnos calentar lo más mínimo. Descubriendo que las tres horas que nos separaban del refugio de Ventosa i Calvell era rebotando por el camino de ayer. Asumiendo frente a lagos que pocos eligen ver que nuestro camino de hoy será más largo aún de lo planeado.




Descanso estrecho, corto y medido. No hay más remedio que disfrutar mientras andamos, rápido o lento, recortando los metros que podamos hacia nuestra meta. Salir de la Ventosa hasta el refugio de Estany Llong supone saber que no hay nada más que nos resguarde hasta que lleguemos. Frente a nosotros el collado de Contraix, para muchos el más exigente y enigmático de toda la ruta. Recibiéndonos con sus intimidantes y gigantescas paredes, permitiéndonos alzar la mirada y ver su enorme corazón de piedra que irremediablemente tenemos que conocer, sintiendo en nuestros pasos el equilibrio entre disfrute y tensión que suponer saltar de piedra en piedra hasta llegar a su cuello. Allí su capa de superhéroe nos brinda una larga bajada entre el atardecer y otra oscura noche hasta el merecido descanso.




Toca madrugar más que ningún día. Atrás quedan dos días muy duros, delante el día más largo en lo que a distancia se refiere, un terreno desconocido y previsión de lluvias a partir de las cinco de la tarde. ¡Me encantaría cantar victoria! sin embargo sé que cualquier cosa puede pasar. Nos movemos encima de la niebla por una zona espectacular de senderos agradecidos y lagos inmensos hasta el refugio de Colomina. Poco tiempo tenemos para contemplar parados el paisaje, las nubes nos amenazan con todavía dos collados por atravesar.




Nuestros ojos no quitan la vista del cielo, las nubes cada vez más cerradas y los truenos hacen que evitemos bajar al refugio Josep Maria Blanc. Nos pueden las ganas de terminar la ruta en tres días afrontando el último collado con cierta temeridad. La tormenta eléctrica se acerca tensando y alargando nuestros pasos, lo damos todo hasta que solo nos queda bajar. Comienza a llover a cuatro kilómetros del refugio Ernest Mallafré, para nosotros es un regalo de la naturaleza que nos ha cuidado, brinda por este final. Empapados en alegría volvemos al coche viendo llegar nuevamente la oscuridad. Como empezamos acabamos, no importa, es mágico este lugar.






¡¡¡¡BRUTAL!!!!, no puedo decir otra cosa de esta ruta, de estos paisajes y de estos compañeros que han completado esta aventura que recordaré mucho mucho tiempo. Para mí la primera ruta andando de tres días en nivel de autosuficiencia. Con muchas cosas aprendidas como por ejemplo dejar de respirar helio cuando planeo aventuras ya que tampoco es de mi agrado pasarlo en ocasiones tan mal. Muy contento de conseguir mis propósitos, muy muy contento de ahora si este final de etapa en Pirineos. Regreso a Madrid intrigado por lo que me vaya a encontrar.

hasta
Forga acuérdate que estás tras la puerta cerrada ;)
Dedicado este escrito sin dudarlo a Forga, Jony, Claudia, Monica y Ricard. Compañeros y ahora más amigos. Un placer compartir historia con vosotros :)

jueves, 29 de septiembre de 2016

Los 2000 de Malniu / Más allá del jardín de casa

Madruga. Aunque sea tu primer día de descanso hace diez días madruga. Si te propones conocer las afueras del jardín de la que está siendo tu casa durante este verano madruga. Esta fue la única recomendación de mis compañeros que ya iban conociendo mi ritmo de vida. Y es que ante el vicio de la tranquilidad, está la virtud de dedicar más tiempo.

Tiempo por delante para afrontar el reto propuesto por el refugio, la ruta más alta de la Cerdanya. Ruta coloreada por el temprano sol que nos permite a todos los presentes estar por encima de las nubes. (Los caballos también cuentan para hacer creer a uno que no va más solo que la una.)


Nubes que harían de colchón si tropiezo en los cuatro kilómetros que casi sin tregua te elevan hasta el punto más alto. Aquí, en la cima del ya mi conocido Puigpedrós,  uno se da cuenta de la importancia de la perspectiva, a sabiendas que bajo ese mar puedes estar en continua oscuridad. (Pensamientos filosóficos que le vienen a uno cuando humildemente es el ser humano más alto de Girona.)


Oscuridad nula que hoy permite divisar el maravilloso Circo de Engors. Es más, hoy lo voy a recorrer entero por su cresta, subiendo y bajando toboganes de piedras encajadas con firmeza.  (Aunque si te atreves a hacerla pon atención, hay piedras sueltas camufladas esperando tu tropezón.)




Firmeza es como se agarran a la vida los detalles que componen las montañas. Multitud de flores que viven a más de dos mil quinientos metros de altura. A ras de suelo, para calentarse de la tierra y no helarse por el cielo.






Cielo que permite ver kilómetros y kilómetros a mi alrededor, girando en trescientos sesenta grados, tocando cada cima que voy conquistando. No pongo banderas, intento pasar disimulando, creo firmemente que lo mejor es llevarme conmigo incluso mis sensaciones para que el medio no se vea alterado.



Alterado es casi un estado que tengo olvidado. Desde que conocí la tranquilidad de los pasos sosegados, las paradas alargadas frente a hermosos y escondidos lagos. El siguiente es especial, todo el mundo me lo decía, todo el que lo conoce lo dice. Serán esas formas que tiene, serán esas paredes que lo rodean, serán las vistas de la Sierra del Cadí al fondo. Será todo.


Todo llega a su fin, todo pasa o todo llega. Eso quiero pensar cuando afronto la subida a La Carbassa. Creyendo que lo tenia casi todo hecho, empiezo a bajar, bajar, bajar y sigo bajando. Sonriendo tímidamente cuando me adentro en el bosque y sus hojas me resguardan del ahora poderoso sol, no pudiendo olvidar que la bajada que nunca acaba está endureciendo mis cuádriceps, forzando mis rodillas, desquebrajando la firmeza de mis tobillos. (¿He transmitido bien la sensación que la bajada se me hizo muyyyyy larga?)



Tobillos que piden parar al encontrar por sorpresa a la que otorgo el título de "La fuente de la vida". Siendo el único punto de agua de la ruta, ya casi llegando al pueblo de Meranges. Punto donde mi botella de agua ya solo contenía escasas gotas de agua mezcladas con aire que reseca el alma. (Fotografía merecida porque toda persona que haga esta ruta se alegrará de verla.) 


Alma, esa es la palabra. Alma es lo que hay que poner o lo que hay casi que dejar en el camino para terminar. Porque el gran reto de esta ruta no es subir al Puigpedrós, no es recorrer el Circo de Engors por su cresta, no es tocar los siete picos sumando metros y metros de desnivel, no es bajar y bajar mirando a lo lejos un pueblo cercano pero que parece que no llega nunca. El reto de está ruta viene cuando después de todo eso tengo que cerrar el circulo subiendo nuevamente al refugio de Malniú cuando el sol está en lo más alto y mis piernas quisieran abandonarme para mirar como mi cuerpo se arrastra para conseguir lo que quiere mi corazón.


Corazón, es por lo que comienzo cualquier aventura y a veces es lo que me queda para conseguir acabarlas. Porque esta ruta y en especial el último tramo me hizo llegar una vez más al límite de mis fuerzas.


Fuerzas que acaban sonriendo al ver de nuevo mi casa.