Páginas

domingo, 24 de enero de 2016

El día que acabé por las nubes.

Trabajar en restauración hace que las navidades pasen ciertamente desapercibidas. Es una época donde la multitud de horas que trabajas cada día te hace moverte por inercia, perdiendo en muchas ocasiones el sentido del día en el que vives.

¿Por qué cuento esto? Porque en ciertos momentos de lucidez me sentí nervioso por no tener ni tiempo de pensar que me apetecía hacer este año. ¿Qué retos vivir? ¿Qué experiencias sentir?

Curioso estrés para una persona que se pasa la vida diciendo que hay que fluir. Aunque  puedo excusarme diciendo que todos los retos vividos este año pasado han creado en mí unas ganas locas de aprovechar este nuevo año de principio a fin.


Y por ello, aunque fuera uno de los días más fríos del invierno y la temperatura estuviera por debajo de cero no dudé ni un momento cuando Joan, amigo y jefe de cocina de uno de los restaurantes donde trabajo, me propuso salir con la bicicleta de montaña.



En las primeras horas ayudó que nos propusiéramos subir al Pla de les Forcas por una de las pistas más bestias que conozco por la zona. La nada despreciable cifra de casi 600 metros de desnivel positivo en apenas 5 kilómetros hizo que nuestros cuerpos generarán suficiente calor para no padecer una congelación.



Otro cantar fue cuando nos adentramos por los bosques sombríos, allí donde la poca nieve caída se conservaba y el suelo a nuestro paso crujía por congelación.



No importaba, ¿por qué?, porque nos gusta pedalear, nos gusta recorrer kilometros por senderos estrechos, nos gusta sentirnos cansados si lo vivido ha merecido la pena. Pena para que me entendáis, porque yo lo llamo alegría. Ya que pasar frio queda en una anécdota superflua, eclipsado todo por el gusto de conocer personas y caminos mientras pedaleas.


Y aún quedaban alegrías por vivir en este día. Alegrías en forma de nuevas experiencias que sabía que llegarían, pero nada me hacía sospechar que sería tan pronto en este nuevo año.

Hace meses que trabajo en un restaurante situado en un aeródromo.  Desde el primer día que estoy allí veo volar avionetas, ultraligeros, veleros, globos y helicópteros.

Quien me conoce sabe que tarde o temprano querría volar. Podría ser más difícil o más fácil pero  si la vida me ha llevado a estar rodeado de aparatos que surcan los cielos, ¿será que quiere que vuele no?

Empezaba este post diciendo que estaba nervioso por no poder pensar en navidades qué experiencias vivir. Pues algunas de ellas y en concreto esta solo hizo falta descolgar una llamada de teléfono y bueno, servir unos cuantos cafés durante unos meses.

Gil, que entre otras cosas ostenta las categorías de amigo, cliente del restaurante y piloto remolcador del aeródromo de La Cerdanya fue quien me llamó en medio de la ruta para comentar que había una posibilidad de subirme en un velero.

Mi respuesta fue instantánea. ¡Si! Mejor dicho, la respuesta textualmente fue – ¡Si si si! –
Para quien no lo sepa, un velero o también conocido como planeador es una aeronave sin motor y generalmente con las alas muy grandes. Un alucinante vehículo que te permite surcar los cielos de la forma más romántica posible, sintiéndote como un gigantesco pájaro, que aprovecha toda corriente de aire a su paso para deslizarse y elevarse.

Si si, sin motor, pero a los mandos de Sergi, que ostenta las categorías de amigo, cliente porculero pero con gracia y piloto instructor de veleros. Así que con cierto nerviosismo pero con esa ausencia de criterio ante el riesgo que me caracteriza me colocaron el paracaídas y me senté en el pequeño habitáculo.


Todo lo siguiente que puedo decir son maravillas de esta experiencia. !!!!Es increíble!!!! Elevarse del suelo conocido, empezar a ver como todo se aleja y poder ver a tu alrededor algo que veías siempre, pero nunca lo habías visto con esos ojos.


He de aclarar que volar ya había volado, en un vuelo comercial con 200 personas más. Pero es que no se puede comparar. ¡¡Es incomparable!!



Verse rodeado de una cúpula transparente y todo lo demás es cielo.  Ver a vista de pájaro los senderos y caminos por donde hace unas horas me movía en bicicleta para mí personalmente fue alucinante.



Solo podía mejorar ese momento de una forma. ¡Y también ocurrió! Sergi me dejó pilotar. Pude coger los mandos y recorrer el cielo bajo mi control y sobre todo bajo la atenta mirada de Sergi por si la cagaba.


¡Impresionante! Qué día más especial. Tengo muy muy muy claro que volveré a volar, que volveré a sentir esa libertad y tranquilidad que da un espacio tan abierto como es el cielo. Tengo claro que os volveré a hablar de pájaros inmensos.

Gracias, gracias y gracias a Joan, Sergi y Gil por hacerme pasar un día tan genial. Solo hubiera faltado tener pareja, llegar a casa y…pero claro, no todos los días son fiesta jajaj.

El vídeo de la experiencia en el siguiente enlace: https://youtu.be/a2iDIF_UPgI