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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Vuelta a Madrid - Otra clase de aventura.

Hoy me siento frente al folio en blanco con la necesidad de escribir y seguir así cumpliendo el propósito que hace casi dos años me hice y que tantas experiencias buenas me ha hecho vivir.


No tengo ninguna aventura como es costumbre. Ninguna que implique pedalear o subir montañas reales. Ninguna desde que volví a Madrid y deje de buscar espacio para ellas por no encontrar el momento, ni las ganas.


Hoy giro la cabeza y tras el doble cristal que me resguarda del frío otoño veo el paisaje de la que fue durante tantos años mi zona de confort.


Recuerdo que sin yo saberlo, ni quererlo, ni sospecharlo, la violenta y descarada comparación hizo que estás calles asentarán en mí un sentimiento de fracaso del que preferí huir.


Descubro que el instinto esta forjado por los miedos que me mantuvieron perdido, guiándome por experiencias en dirección hacia las fuerzas para querer encontrarme.


Hoy me siento más en el camino ordenando estas palabras que definen una intención, que comienza por rodearme del cariño necesario ahora que he decidido abrir una ventana y colarme provisto únicamente de una pequeña linterna en la inmensa oscuridad.


Queda ya lejos ese primer día donde volví a comerme mis palabras. Volví a Madrid sin un plan, sin un trabajo. Volví a atragantarme con el pleno convencimiento que mi libertad comienza abrazando a mi orgullo mientras me desnudo ante mi sentir.


Me vuelvo a sentir privilegiado por los techos que me resguardan, por los platos de comida que nunca faltan. Por las veces que mi vida cambia, por la gente que se queda cubriéndome la espalda.


A la vez me siento insignificante ante el que cambia por dolor, horror, miedo y hambre. Palabras lejanas para el que mira a otra parte.


Hoy sigo negando ante preguntas de arrepentimiento con la convicción de saber que hoy no estaría aquí sin un ayer. La distancia me sirve para comprender que lo aprendido y vivido prepara. Es un juego que ahora carga la próxima pantalla.


Aparecen duendes en mi camino que me obligan a entregar pilares para avanzar. Me he quedado sin excusas, también sin estrategias para agradar. Al más fuerte le dejé mi pasaporte de huida, el a cambio me regalo ver la vida desde otro lugar.


Hoy me permito pararme a hacer fotos para mostrarme Torrejón con otros ojos. Hoy me he consentido ser turista urbano que añora las montañas pero no la soledad.


Me siento más cerca.

Hoy...,respiro con consciencia.